No hace demasiados años que una compañía podía tener una ventaja competitiva basada en una división horizontal del trabajo y vertical en la toma de las decisiones.
 
Hoy, una compañía que pretenda sobrevivir al contexto empresarial actual debe ser capaz de mantener un diálogo constante con su público. Ser capaz de interpretar las necesidades de su mercado y dar una respuesta ajustada.
 
Pero para poder establecer un dialogo con el mercado necesitamos primero tener organizaciones que sean capaces de dialogar internamente.
 
Pues, ¿Cómo podría dialogar una compañía con sus clientes, si no es capaz de dialogar con las personas que la forman?
 
¿Cómo podría dar una respuesta ajustada a las demandas del mercado, si no es capaz de dar respuesta a las inquietudes de sus empleados?
 
Cuando formalmente establecemos estructuras y liderazgos que bloquean el flujo adecuado de comunicación entre los empleados y/o informalmente no damos la libertad para que la gente se expanda continuamente para crear los resultados que esperamos…, esa aspiración colectiva se desvanece.
 
Dejando al margen la tecnología que a priori todas las empresas pueden llegar a tenerla, quizás la única ventaja competitiva que tengamos hoy sea la capacidad de aprender con mayor rapidez que los competidores. Pero este aprendizaje ya no es solo individual. Ahora necesitamos un aprendizaje colectivo. Un aprendizaje que sea superior a la suma de aprendizajes individuales de gente Junior y Senior para encontrar respuestas más ajustadas a aquellas necesidades que decíamos al principio.
 
Para conseguir esto, decía en mi post anterior, hace falta despertar la motivación y compromiso de la gente. Pero estos dos aspectos son intrínsecos a la persona y para conseguir la ilusión y el talento de las personas debemos empezar por el respeto, crear entornos saludables donde las personas crezcan como personas y profesionales.
 
Ese debería ser el primer propósito en toda organización para conseguir el propósito empresarial.

Compañía = Equipo directivo