Algún día Amazon caerá, dijo Jeff Bezos a sus colaboradores hace unos meses. Su reflexión está impregnada de sabiduría. Amazon no es una compañía indestructible, y además, la vida útil de las empresas se ha reducido.
Si observamos las grandes empresas, su duración actualmente va de los 30 años a no más de 100.
 
La consultora Innosight, prevé que la vida media de una empresa en 2027 sea de tan solo 12 años.

Otro dato interesante que aporta es que la esperanza de vida de las empresas en el índice bursátil S&P ha disminuido de 67 años en la década de 1920 a 15 años en 2020.

Y se espera que esta tendencia sea aún más fuerte y continúe disminuyendo.

De hecho, la vida de las empresas fluctúa en ciclos que reflejan el estado de la economía, la aparición de nuevas tecnologías y su capacidad para gestionar la incertidumbre.
 
En medio de estas fluctuaciones si además aparecen nuevos entrantes que irrumpen en la nueva economía con nuevos modelos de negocios más resolutivos, ágiles y centrados en el cliente, ponen en <<jaque mate>> a aquellos negocios que siguen haciendo lo mismo y centrados solo en el producto.
 
Pero ¿Qué sucede con las empresas cuando mueren? La verdad es que de las grandes empresas muy pocas mueren definitivamente, se transforman y se acaban adaptando con formas y tamaños distintos.
 
Distinto es el caso de las PYMES familiares, estas sencillamente desparecen por no haber entendido los cambios del mercado, por seguir con el mismo modelo de negocio, con los mismos problemas, lentas y centradas en la mentalidad del dueño/empresario.
 
Muchas acaban siendo vendidas o absorbidas. Otras entran primero en ERTEs, para acabar finalmente en procesos concursales. Y otras, sencillamente se adaptan. Se calcula que solo un 5% lo consigue.
 
Adaptarse requiere hacerlo antes de llegar a lo que yo denomino el <<tipping point>>, pasado este punto, no hay retorno y el final es irrefutable.